Una de las ideas erradas más propagandas desde la Educación Sexual es que esta se basa en información y no en valores. La idea se originó en los Estados Unidos aproximadamente en la década de 1960 y ha sido utilizada más allá de sus fronteras sin advertir que surge de un contexto muy específico que no tiene equivalente en otras latitudes [1]. ¿A qué nos referimos? A que en Estados Unidos convergen poblaciones con etnias y religiones muy diversas entre sí, por lo que a la hora de promover la educación sexual no se podía dar prioridad a los valores de unos grupos sobre los de otros. Por otro lado, en este país la propaganda religiosa en los centros educativos está prohibida, lo cual creaba una cierta tensión social en cómo debían enfocarse temas como el matrimonio, la virginidad, el deseo erótico, entre otros. Bajo estas circunstancias se dijo que no se irían a proponer valores sino tan solo datos puntuales, lo que dejaba a las familias con la libertad de educar en este aspecto, al menos en principio. Si bien quizás algunos tuvieron una buena intención al difundir esta idea, la realidad es que la Educación Sexual no fue ni puede ser amoral [2], de lo contrario ¿cómo diríamos qué la violencia doméstica está mal? El error en todo esto ésta en pensar que los valores son un monopolio de las religiones.
Los valores no son un monopolio de las religiones y, por lo tanto, una Educación Sexual ética no equivale a una predica o una catequesis. Tres fuentes que pueden tomarse como base para elaborar principios éticos para la Educación Sexual son la Filosofía, la religión y los Derechos Humanos (DDHH).
La sensibilización a través de los DDHH
Los DDHH en la Educación Sexual sirven en parte para la sensibilización. Con sensibilización queremos decir que se pueden sacar a la luz diversas realidades negativas y generar empatía con ellas, como es el caso con la violencia doméstica, el abuso sexual infantil, el sexismo y otras. Por ejemplo, se podría discutir el tema de la desnudez forzada como una forma de violencia sexual y de tortura [3] o la protección especial que reciben los niños, las mujeres y los ancianos en la familia debido a su vulnerabilidad [4].
La función de los DDHH como medio de sensibilización ante la injusticia humana es innegable, sin embargo, como cualquier otro sistema no es perfecto y si no advertimos sus limitaciones seremos incapaces de mejorar. Su primera limitación es que no son la única fuente de valores. Así como dijimos que la religión no monopoliza los valores, tampoco estos lo hacen. Los DDHH son incapaces de responder a todos los retos éticos de la Educación Sexual porque simplemente hay temas como el amor y la fidelidad que no contemplan.
Otro aspecto es la creciente noción que hace ver a los DDHH como el non plus ultra de la ética. Eso constituye en un extremismo que diviniza a los DDHH. El imaginario colectivo tiende a pensar en la ONU como lo máximo y algunos políticos como el dominicano Laluz ha dicho que es «la mayor expresión de civilización humana». De forma similar existen posturas de derecho positivo que indican que los DDHH son un producto colectivo que crean la dignidad humana. Tal es el caso de Rojas [5] que escribe lo siguiente:
«Bien sabemos que los derechos humanos […] surgen como un conjunto de beneficios para la clase burguesa que se apropió del poder en Europa a finales del siglo XVIII, propuesta que […] creó abstracciones –como la dignidad, la igualdad, el derecho y la propiedad privada, entre otras– poco vinculadas con la realidad de los sujetos no propietarios o desposeídos, tanto humanos como no humanos» [6].
«De esta forma, la educación no convierte los derechos humanos en un tema más, en una teoría o abstracción a discutir, sino en un proceso de sensibilización, concientización y acción sobre la mejoría de la realidad que nos rodea. Esto con el fin de buscar alternativas necesarias para la producción y reproducción de la vida en las condiciones de dignidad por las que debemos luchar» [7].
Es cierto, los DDHH no son un tema más, son quizás el hito contemporáneo más importante en la comprensión ética de la persona tras uno de los períodos más cruentos de la historia, pero cuando Rojas dice que no son una «teoría más» sino un «proceso de sensibilización», casi que los concibe como si fueran un ente autónomo. Advirtamos nada más que los DDHH se originan de una concepción de derecho natural y no de derecho positivo como hoy muchos quisieran dar a entender.
Conclusión
En conclusión, los DDHH son un medio para incorporar los valores en la Educación Sexual y sensibilizar al público general. Su valor reside en que son una síntesis secular de los valores, sin embargo, hay que tener cuidado de no creer que son el único medio ni que contemplan todo el bagaje ético necesario para una tarea tan ardua. Que actúen como el denominador común entre las naciones no hace que sean una visión perfecta de la ética. Advertir esto nos ayuda a entender que en el fondo lo que sensibiliza no son los DDHH, porque estos al igual que cualquier otra norma no son más que palabras sobre un papel. Lo que en verdad que sensibiliza a las personas no son los DDHH sino los valores que estos encierran.
Autor: M. Sc. Mariano O. Murillo Cedeño
marianomurilloc@gmail.com
[1] En países latinoamericanos donde los valores son más homogéneos entre la población general, este principio no puede ser copiado. Lo que sí se puede hacer es realizar una buena lectura de los valores sociales y saberlos implementar.
[2] SIECUS: Siecus report, vol. 20, n. 6., 1-2.
[3] Existen casos como el de la Cárcel Miguel Castro Castro Vs. Perú (2006) y el de Espinoza Gonzáles Vs. Perú (2014). La desnudez forzada podría calificarse como un “trato degradante” desde la óptica de la Declaración sobre la protección de todas las personas contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes (1975).
[4] Declaración Universal de los Derechos Humanos, arts. 16.3 y 25. | Pacto de San José, art. 17.1.
[5] Aída Rojas Chavarría es docente con una especialidad en Derechos Humanos.
[6] Rojas: Transeducarnos, 29. Confróntese además las páginas 34 y 72.
[7] Rojas: Transeducarnos, 73.
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